Conocimiento básico de magia 101 [Priv. Ayame]
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Cada día que me despertaba pensaba en lo mismo; que todo había sido un sueño. Esos abusones no me habían abordado en el callejón donde normalmente me ponía a dibujar, y no me habían alterado hasta el punto de haber provocado una onda de choque de hielo que los hizo huir espantados. Sin embargo, a los dos segundos de despertar sabía que no era así, y me esperaba otro día en el que la gente se alejaría de mí para evitar cualquier contacto conmigo.
En parte era bueno; no tendría que esconder el desayuno con celo y probablemente pudiera volver al callejón tranquilamente a dibujar sin que nadie me hiciera nada, pero... por otro lado, quizá hasta echara de menos que alguien fuera de mi familia me hablara. ¿Es que no había manera de simplemente caerle bien a la gente y ya está?
Como esperaba, el día pasó sin que ningún compañero de clase me dirigiera la palabra. Llegué a casa antes que de costumbre, ya que no tenía que dar rodeo alguno para que no me pillaran, y con eso tuve tiempo de sobra para ponerme al día con los deberes, y menos mal. Tenía demasiados ejercicios de lengua. Odiaba, odio y odiaré las clases de lengua. ¿Es que no sé hablar? ¿No sé escribir? ¡Lo demostraba a diario! Pero bueno, tiempo extra para irse a dibujar a lo que ahora era mi lugar personal. Nadie se acercaba allí; los adultos porque no tenían nada que buscar allí, y los niños, porque... no querían verme.
Solo me sentía bien siendo un marginado cuando me tocaba dibujar. Sin interrupciones, como a mí me gustaba.
—Vale, ¿qué dibujo yo ahora...? — había escuchado a mi padre hablar de un lugar en el que la gente vivía en un glaciar, construyendo casas creadas con hielo que pintaban con técnicas extrañas. Me gustó recordar aquella historia, y me vendría de perlas dibujar algo así; me había olvidado reponerme de colores y los viejos estaban a punto de dejar de hacerme servicio.
Así que me puse a ello, tumbado en el suelo en una tela que me llevaba porque no quería volver perdido a casa — ¡qué bronca me dieron la única vez que ocurrió! — y estaba totalmente ensimismado cuando...
En parte era bueno; no tendría que esconder el desayuno con celo y probablemente pudiera volver al callejón tranquilamente a dibujar sin que nadie me hiciera nada, pero... por otro lado, quizá hasta echara de menos que alguien fuera de mi familia me hablara. ¿Es que no había manera de simplemente caerle bien a la gente y ya está?
Como esperaba, el día pasó sin que ningún compañero de clase me dirigiera la palabra. Llegué a casa antes que de costumbre, ya que no tenía que dar rodeo alguno para que no me pillaran, y con eso tuve tiempo de sobra para ponerme al día con los deberes, y menos mal. Tenía demasiados ejercicios de lengua. Odiaba, odio y odiaré las clases de lengua. ¿Es que no sé hablar? ¿No sé escribir? ¡Lo demostraba a diario! Pero bueno, tiempo extra para irse a dibujar a lo que ahora era mi lugar personal. Nadie se acercaba allí; los adultos porque no tenían nada que buscar allí, y los niños, porque... no querían verme.
Solo me sentía bien siendo un marginado cuando me tocaba dibujar. Sin interrupciones, como a mí me gustaba.
—Vale, ¿qué dibujo yo ahora...? — había escuchado a mi padre hablar de un lugar en el que la gente vivía en un glaciar, construyendo casas creadas con hielo que pintaban con técnicas extrañas. Me gustó recordar aquella historia, y me vendría de perlas dibujar algo así; me había olvidado reponerme de colores y los viejos estaban a punto de dejar de hacerme servicio.
Así que me puse a ello, tumbado en el suelo en una tela que me llevaba porque no quería volver perdido a casa — ¡qué bronca me dieron la única vez que ocurrió! — y estaba totalmente ensimismado cuando...
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Había llegado a un mundo nuevo hoy, siendo bastante pintoresco el mundo la verdad. Era interesante, sobre todo porque ahora podía asustar lo que quisiera. El ser un fantasma aquí era un chollo para asegurarse de que todo el mundo se asustara al parecer, lo cual era bastante agradable y me divertía. El truco habitual de mi amigo poniéndose a la vista para que lo recogiesen y luego lo ponía andar por si solo resultaba el truco bastante ingenioso como para hacer que saltaran y empezaran a gritar despavoridos. Claro está, luego pasaba a presentarme y a pedir disculpas por la broma, pero eso era algo de cortesía habitual.
Estaba flotando por las calles del mundo, pasando por las calles desde arriba cuando vi algo que me interesó. Era un niño en un callejón, haciendo algo... ¿Estaría planificando alguna broma? ¡Tenía que ayudarlo si ese era el caso! ¡Podía causar un buen susto con la broma, y de paso conseguir pasármelo bien y tener un nuevo amigo! Pasé a ir descendiendo poco a poco, hasta colocarme detrás de él desde arriba, observando lo que estaba haciendo. Al final no era una broma; lo cual era una desilusión, pero eso siempre se podía arreglar más tarde. Lo que no sabía era qué estaba dibujando el niño, y la curiosidad era algo que me movía... ¿Habría muerto por la curiosidad? No me acordaba, pero que le iba a hacer.
- ¿Qué estás dibujando? - Pregunté, todavía flotando, pero con una sonrisa... Vale que quisiera presentarme de forma amigable, pero eso no quería decir que no quisiera darle un susto inicial al menos. Si no hacía al menos algo así, Jack luego me iba a dar otras lecciones de cómo hacer bromas, y no me apetecía tener que volver a mi mundo todavía para ello. Así que igualmente, esperaba poder llegar a hablar con el niño tranquilamente. Sujeté mi peluche entre mis brazos, pensando en quizás tener que mandarlo para darle un punto de confort para que pudiera hablar conmigo bien.
Estaba flotando por las calles del mundo, pasando por las calles desde arriba cuando vi algo que me interesó. Era un niño en un callejón, haciendo algo... ¿Estaría planificando alguna broma? ¡Tenía que ayudarlo si ese era el caso! ¡Podía causar un buen susto con la broma, y de paso conseguir pasármelo bien y tener un nuevo amigo! Pasé a ir descendiendo poco a poco, hasta colocarme detrás de él desde arriba, observando lo que estaba haciendo. Al final no era una broma; lo cual era una desilusión, pero eso siempre se podía arreglar más tarde. Lo que no sabía era qué estaba dibujando el niño, y la curiosidad era algo que me movía... ¿Habría muerto por la curiosidad? No me acordaba, pero que le iba a hacer.
- ¿Qué estás dibujando? - Pregunté, todavía flotando, pero con una sonrisa... Vale que quisiera presentarme de forma amigable, pero eso no quería decir que no quisiera darle un susto inicial al menos. Si no hacía al menos algo así, Jack luego me iba a dar otras lecciones de cómo hacer bromas, y no me apetecía tener que volver a mi mundo todavía para ello. Así que igualmente, esperaba poder llegar a hablar con el niño tranquilamente. Sujeté mi peluche entre mis brazos, pensando en quizás tener que mandarlo para darle un punto de confort para que pudiera hablar conmigo bien.
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¡La sorpresa tremenda! Había momentos en los que dejaba de dibujar para simplemente mirar el cielo estrellado y volver a llenarme de una dosis extra de imaginación para continuar con mi obra. Por algún motivo el imaginarme que todo eso estaba ahí fuera me ayudaba a poder terminar antes y a que todo quedara mejor. O al menos eso creía; consideraba que había mejorado poco a poco tras tanto intentarlo.
La cosa es que en una de esas veces queme dio por mirar hacia arriba me encontré con alguien. No esperaba que allí hubiera nadie, después de una semana sin ninguna interrupción. Ni siquiera me había dado cuenta de que era lo bastante mayor como para tener ya dos dedos de frente y saber que no se ganaba nada haciéndoselo pasar mal a los demás.
— ¡Waaaaah! — mi mechón tomó la forma de un rayo por el susto y tal fue la tensión del momento que casi se me vuelve a escapar ese poder, aunque lo contuve lo suficiente como para que solo se liberara una pequeña bruma que enfrió el ambiente del callejón un par de grados.
En cuanto a mí... la reacción fue rápida y contundente, quizá digna de un acróbata profesoinal. Di una voltereta hacia atrás a la vez que cogía con las manos la manta para envolver todos los colores y guardarlos en la mochila en cuanto aterricé al lado. La hoja con el dibujo quedó a los pies de la intrusa.
O lo habría hecho si no estuviera... flotando. Ver eso hizo que me espabilara lo suficiente como para pensar en dos cosas. Una; no parecía que fuera a hacerme nada. Dos... ¿eso era un poder como el mío?
—... ¿Cómo es que flotas? — mi pelo se arregló tras el susto inicial y se curvó, como si quisiera hacer un interrogante.
La cosa es que en una de esas veces queme dio por mirar hacia arriba me encontré con alguien. No esperaba que allí hubiera nadie, después de una semana sin ninguna interrupción. Ni siquiera me había dado cuenta de que era lo bastante mayor como para tener ya dos dedos de frente y saber que no se ganaba nada haciéndoselo pasar mal a los demás.
— ¡Waaaaah! — mi mechón tomó la forma de un rayo por el susto y tal fue la tensión del momento que casi se me vuelve a escapar ese poder, aunque lo contuve lo suficiente como para que solo se liberara una pequeña bruma que enfrió el ambiente del callejón un par de grados.
En cuanto a mí... la reacción fue rápida y contundente, quizá digna de un acróbata profesoinal. Di una voltereta hacia atrás a la vez que cogía con las manos la manta para envolver todos los colores y guardarlos en la mochila en cuanto aterricé al lado. La hoja con el dibujo quedó a los pies de la intrusa.
O lo habría hecho si no estuviera... flotando. Ver eso hizo que me espabilara lo suficiente como para pensar en dos cosas. Una; no parecía que fuera a hacerme nada. Dos... ¿eso era un poder como el mío?
—... ¿Cómo es que flotas? — mi pelo se arregló tras el susto inicial y se curvó, como si quisiera hacer un interrogante.
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Me reí al ver el susto que le dí, pasando a ver cómo dejaba el dibujo en el suelo, pero prácticamente poniendo distancia entre mí y él. No pretendía asustarlo, pero bueno, un buen susto siempre era bienvenido. Pero al parecer estaba confuso... ¿No está la gente acostumbrada a los fantasmas? Que cosas, los fantasmas aquí son raros. ¿Eso me haría un bicho raro? Esperaba que no... pero si me permitía hacer sustos como estos no me importaba en absoluto. Solo esperaba que todo fuera bien y no trataran de cazarme... No sabía por qué pero en el viaje había escuchado algo llamado "cazafantasmas" que estaban viendo en un aparato raro. ¿Es que había personas que me cazaban? Eso sí que era raro...
- Bueno, soy un fantasma. Puedo flotar y todo eso, es lo normal. ¿Cómo hiciste esa bruma? - Pregunté, mientras pasaba a mirar de nuevo el dibujo. Quizás si él podía hacer algo parecido pero más condensado, podríamos hacer muchas bromas con las cual divertirnos. Los sustos siempre vienen bien, y alegraba el día. Claro está, siempre hay que disculparse si uno se pasa con la broma, pero si solo era un susto tonto no es que fuera a dar problema alguno. Quizás algo de agua o parecidos en el suelo, y que la gente fuera resbalando o cosas parecidas. Tontas bromas que no harían daño a nadie.
- Ojalá pudiera hacer esa bruma, haría buenos sustos con eso. - Dije, haciendo un puchero con mis mofletes y abrazando a mi osito de peluche, pero inmediatamente sonreí de nuevo. - Soy Ayame, ¿cómo te llamas? - Pregunté, curiosa de ver quien era ese niño. Quizás pudiera tener un compañero de travesuras mientras me quedaba en este lugar, pero como todo, a saber lo que haría el niño. No se me daban bien hablar con gente fuera de mi mundo... aunque a decir verdad él era la primera persona de otro mundo con quien hablaba... Si que era algo diferente todo...
- Bueno, soy un fantasma. Puedo flotar y todo eso, es lo normal. ¿Cómo hiciste esa bruma? - Pregunté, mientras pasaba a mirar de nuevo el dibujo. Quizás si él podía hacer algo parecido pero más condensado, podríamos hacer muchas bromas con las cual divertirnos. Los sustos siempre vienen bien, y alegraba el día. Claro está, siempre hay que disculparse si uno se pasa con la broma, pero si solo era un susto tonto no es que fuera a dar problema alguno. Quizás algo de agua o parecidos en el suelo, y que la gente fuera resbalando o cosas parecidas. Tontas bromas que no harían daño a nadie.
- Ojalá pudiera hacer esa bruma, haría buenos sustos con eso. - Dije, haciendo un puchero con mis mofletes y abrazando a mi osito de peluche, pero inmediatamente sonreí de nuevo. - Soy Ayame, ¿cómo te llamas? - Pregunté, curiosa de ver quien era ese niño. Quizás pudiera tener un compañero de travesuras mientras me quedaba en este lugar, pero como todo, a saber lo que haría el niño. No se me daban bien hablar con gente fuera de mi mundo... aunque a decir verdad él era la primera persona de otro mundo con quien hablaba... Si que era algo diferente todo...
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