Bajo la Luna [Priv. Leonilda]
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Tras patrullar durante todo el día el mundo "Disney" -o como lo suelen llamar muchos aprendices- por fin empezaba a atardecer, siendo hora de regresar a Albaburgo y descansar tras el largo día. Pero no había llegado a pasar nada emocionante, ¡y por eso no me siento ni una pizca cansado! Resultó molesto llegar a la cama y tirarme un buen rato dando vueltas, incapaz de conciliar el sueño; por eso es que he terminado saliendo a pasear en mitad de la noche, disfrutando del aire fresco que sopla.
'¿Qué puedo hacer?...', no se me ocurría cómo conseguir que me entrara el sueño, estando todo cerrado a estas horas y casi todo el mundo durmiendo o metido en sus casas. Apenas encontrabas a un aprendiz o dos paseando por las calles, encontrando muy incómodo el silencio que hay... ¡pero demasiado incómodo!
Es por eso que he terminado dirigiéndome hacia la costa, llegando en cuestión de minutos a la playa que me quedaba más cerca. Escuchar el sonido del agua me hace sentir con más calma, bajando las escaleras para poder pisar la arena, con los zapatos en mi mano para caminar de forma más cómoda. Ahora sí que me siento más tranquilo, o así era, hasta que escucho el agua salpicar, sabiendo que ese sonido solo puede hacerse cuando hay algo "grande" entrando o saliendo del agua.
Por suerte, aunque la luz de las farolas no iluminan mucho la playa, el cielo despejado con sus estrellas y la luna llena me permiten ver con mayor claridad la figura que veo en medio del agua, no muy lejos de la arena. Pero hace falta "afilar" la mirada para verla mejor, dándome cuenta de que se trataba de una figura femenina... ¡y que parecía estar desnuda! Y... ¡es alguien que conozco!
-¡¿L-leonilda?! -grito su nombre al reconocerla, ruborizándome al segundo por la imagen que se está grabando en mi retina. ¡Y mi cabeza se encuentra a punto de explotar al no tener idea de porqué se está dando un chapuzón desnuda en la playa!
'¿Qué puedo hacer?...', no se me ocurría cómo conseguir que me entrara el sueño, estando todo cerrado a estas horas y casi todo el mundo durmiendo o metido en sus casas. Apenas encontrabas a un aprendiz o dos paseando por las calles, encontrando muy incómodo el silencio que hay... ¡pero demasiado incómodo!
Es por eso que he terminado dirigiéndome hacia la costa, llegando en cuestión de minutos a la playa que me quedaba más cerca. Escuchar el sonido del agua me hace sentir con más calma, bajando las escaleras para poder pisar la arena, con los zapatos en mi mano para caminar de forma más cómoda. Ahora sí que me siento más tranquilo, o así era, hasta que escucho el agua salpicar, sabiendo que ese sonido solo puede hacerse cuando hay algo "grande" entrando o saliendo del agua.
Por suerte, aunque la luz de las farolas no iluminan mucho la playa, el cielo despejado con sus estrellas y la luna llena me permiten ver con mayor claridad la figura que veo en medio del agua, no muy lejos de la arena. Pero hace falta "afilar" la mirada para verla mejor, dándome cuenta de que se trataba de una figura femenina... ¡y que parecía estar desnuda! Y... ¡es alguien que conozco!
-¡¿L-leonilda?! -grito su nombre al reconocerla, ruborizándome al segundo por la imagen que se está grabando en mi retina. ¡Y mi cabeza se encuentra a punto de explotar al no tener idea de porqué se está dando un chapuzón desnuda en la playa!
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Desde que puso un pie en aquel triste hospital, los segundos parecían minutos y los minutos se convertían horas frente a sus ojos. Ya no solo por el mero hecho de que le habían asignado una habitación para ella sola. Cuando volvió de Villa Crepúsculo después de ser partícipe del encuentro más humillante y extraño de la semana, esperaba terminar el día acostada en su cama con la esperanza de despertar a la mañana siguiente pensando que se trataba de una pesadilla. Pues bien: estaba equivocada y para colmo de los colmos, acabó recibiendo atención médica mientras lo único que quería tener era una receta que le aliviara tanto la jaqueca como el dolor muscular. ¿En qué momento brindó su consentimiento para que la ingresaran? ¡Nunca! Y aun así, los especialistas acabaron saliéndose con la suya.
Si los médicos piensan que me pueden retener en este antro putrefacto, lo llevan claro. Ni en broma pienso pasar la noche en un lugar lleno de bacterias y de gente moribunda. Me largo. Su decisión estaba más que clara y sin pensárselo dos veces, ya estaba llevando a cabo su plan de huida. Tampoco contaba con la mayor fuente de recursos del mundo pero nada que se pudiera comparar a unas sábanas unidas con nudos hasta que formaran una cuerda. Algo así servirá, sí. A continuación, lo único que tuvo que hacer fue atar uno de los extremos a una pata de la cama y bajar por la tira blanca. Solo entonces alcanzó a tocar el suelo y correr como si no hubiera un mañana en dirección al cabo. ¿Por qué allí en vez de dirigirse a su casa? Tan simple como que quería comprobar una cosa en sus propias carnes.
Ya en la costa y tras asegurar la zona mirando a todas direcciones, se despojó de su fea muda hospitalaria y procedió a hacer lo mismo con las vendas que rodeaban determinadas partes de su cuerpo; hombro derecho, cadera y cabeza para ser exactos. Invirtió mayor tiempo en esto último porque le interesaba reutilizarlas cuando terminara de bañarse. Exacto. Tal y como viene escrito. Desde un principio lo único que quería Leonilda era ir a la playa para sumergirse en agua salada mientras la gente dormía plácidamente a sus anchas. Sin embargo, cuando parecía que había superado la parte de la temperatura con media cintura bajo el agua, una voz llamándola desde la arena la hizo voltear instintivamente en buscar de su procedencia.
—Si, soy yo —. Dijo la fémina a regañadientes y con el ceño fruncido. Le estaba dando la espalda mientras se rodeaba el pecho usando ambos brazos; como si tratara de protegerse de la mirada ajena abrazándose así misma—tampoco hace falta que grites tanto. Te oigo perfectamente ¿y si pruebas a acercarte y esas cosas? —siendo totalmente franca, le daba igual exhibir su cuerpo al público porque se sentía muy orgullosa de él después de haber pasado casi toda su vida siendo distintos animales. Lo que en realidad estaba tratando de ocultar era las feas magulladuras que se esparcían a lo largo de su espalda. Por consecuencia, miró de forma nerviosa al agua sin saber qué hacer durante esa fracción de segundo para después, terminar de sumergir el resto de su cuerpo y dejar tan solo su cabeza al descubierto no antes, claro está de cambiar su expresión a una pícara—tranquilo, te prometo que no voy a moderte aunque esa debería ser tu frase ¿no? —. De una forma u otra, trataba de darle en las costillas y reírse un poco de su adorable comportamiento.
Si los médicos piensan que me pueden retener en este antro putrefacto, lo llevan claro. Ni en broma pienso pasar la noche en un lugar lleno de bacterias y de gente moribunda. Me largo. Su decisión estaba más que clara y sin pensárselo dos veces, ya estaba llevando a cabo su plan de huida. Tampoco contaba con la mayor fuente de recursos del mundo pero nada que se pudiera comparar a unas sábanas unidas con nudos hasta que formaran una cuerda. Algo así servirá, sí. A continuación, lo único que tuvo que hacer fue atar uno de los extremos a una pata de la cama y bajar por la tira blanca. Solo entonces alcanzó a tocar el suelo y correr como si no hubiera un mañana en dirección al cabo. ¿Por qué allí en vez de dirigirse a su casa? Tan simple como que quería comprobar una cosa en sus propias carnes.
Ya en la costa y tras asegurar la zona mirando a todas direcciones, se despojó de su fea muda hospitalaria y procedió a hacer lo mismo con las vendas que rodeaban determinadas partes de su cuerpo; hombro derecho, cadera y cabeza para ser exactos. Invirtió mayor tiempo en esto último porque le interesaba reutilizarlas cuando terminara de bañarse. Exacto. Tal y como viene escrito. Desde un principio lo único que quería Leonilda era ir a la playa para sumergirse en agua salada mientras la gente dormía plácidamente a sus anchas. Sin embargo, cuando parecía que había superado la parte de la temperatura con media cintura bajo el agua, una voz llamándola desde la arena la hizo voltear instintivamente en buscar de su procedencia.
—Si, soy yo —. Dijo la fémina a regañadientes y con el ceño fruncido. Le estaba dando la espalda mientras se rodeaba el pecho usando ambos brazos; como si tratara de protegerse de la mirada ajena abrazándose así misma—tampoco hace falta que grites tanto. Te oigo perfectamente ¿y si pruebas a acercarte y esas cosas? —siendo totalmente franca, le daba igual exhibir su cuerpo al público porque se sentía muy orgullosa de él después de haber pasado casi toda su vida siendo distintos animales. Lo que en realidad estaba tratando de ocultar era las feas magulladuras que se esparcían a lo largo de su espalda. Por consecuencia, miró de forma nerviosa al agua sin saber qué hacer durante esa fracción de segundo para después, terminar de sumergir el resto de su cuerpo y dejar tan solo su cabeza al descubierto no antes, claro está de cambiar su expresión a una pícara—tranquilo, te prometo que no voy a moderte aunque esa debería ser tu frase ¿no? —. De una forma u otra, trataba de darle en las costillas y reírse un poco de su adorable comportamiento.
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Parece que no me equivocaba al sospechar de quién era; ¡pero en serio que no entiendo qué diablos está haciendo! Bueno: por qué lo está haciendo, más bien... Por ahora me dedico a apartar la mirada, agradeciendo que haya suficiente oscuridad para no ver "en detalle" la figura de la fémina gatuna, a quién no parece molestarle en absoluto que me encuentre tan cerca de ella, estando completamente desnuda.
-¡No, no, no! ¡No gracias! -rechazo enérgicamente su sugerencia, agitando mis manos con rapidez. ¡¿Lo decía en serio?! Ya sé que... soy un hombre... y ella una mujer... y que ya pasé de los veinte... ¡pero es demasiado repentino! ¡Mi cabeza no está preparada para estas cosas!
-Ja, ja. Muy graciosa. -se puede apreciar el sarcasmo en mi forzada risa, aún notando caliente mi cara, pero cómo se empieza a enfriar poco a poco, calmándome. -¿Y se puede saber qué diablos haces bañándote en el mar, a estas horas de la noche? -queriendo cambiar de tema, procedo a preguntarle lo que tanto llevo deliberando dentro de mi cabeza, sin encontrar una respuesta con sentido o que sienta certera.
-¿Será que a los gatos os da menos miedo mojaros si está todo a oscuras? -le devuelvo la "puya" con una sonrisa, pareciendo como un "ritual" que hacemos cada vez que nos encontramos; ya han pasado algunos años desde que nos conocimos por primera vez, aquí, en Albaburgo. Pertenecemos a distintos grupos, pero eso no significa que no podamos vernos ni hablar entre nosotros, al igual que con el resto de aprendices; y -de alguna manera- siempre terminamos conversando cada vez que nos vemos, ya sea de cosas triviales o con cierta relevancia.
-¡No, no, no! ¡No gracias! -rechazo enérgicamente su sugerencia, agitando mis manos con rapidez. ¡¿Lo decía en serio?! Ya sé que... soy un hombre... y ella una mujer... y que ya pasé de los veinte... ¡pero es demasiado repentino! ¡Mi cabeza no está preparada para estas cosas!
-Ja, ja. Muy graciosa. -se puede apreciar el sarcasmo en mi forzada risa, aún notando caliente mi cara, pero cómo se empieza a enfriar poco a poco, calmándome. -¿Y se puede saber qué diablos haces bañándote en el mar, a estas horas de la noche? -queriendo cambiar de tema, procedo a preguntarle lo que tanto llevo deliberando dentro de mi cabeza, sin encontrar una respuesta con sentido o que sienta certera.
-¿Será que a los gatos os da menos miedo mojaros si está todo a oscuras? -le devuelvo la "puya" con una sonrisa, pareciendo como un "ritual" que hacemos cada vez que nos encontramos; ya han pasado algunos años desde que nos conocimos por primera vez, aquí, en Albaburgo. Pertenecemos a distintos grupos, pero eso no significa que no podamos vernos ni hablar entre nosotros, al igual que con el resto de aprendices; y -de alguna manera- siempre terminamos conversando cada vez que nos vemos, ya sea de cosas triviales o con cierta relevancia.
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