[Privado Clanx] Paz en la tormenta

─ P-pero señor...Debería intentar al menos salir por un momento y ver el día que tenemos ─ Mencionaba uno de los súbditos, mientras caminaba a las espaldas del rey siguiendo cada uno de sus pasos con cierto temor, chocando sus dedos con impaciencia mientras mantenía un poco elevada su mirada hacia la nuca de su rey.



─ ¿Me está queriendo sacar de mi castillo acaso, servidumbre? ─ Respondió el hombre con prepotencia, teniendo sus manos atadas en su espalda, girando la cabeza y viéndolo de reojo por el rabillo del ojo ─ Aunque... Tiene razón, debería tomar algo de aire fresco, creo que ya he pasado por este pasillo cinco veces el día de hoy y no detecto ningún gramo de polvo. Iré afuera, y no-me-siga ─ Terminó el hombre su frase para continuar caminando, esta vez, tomando por un camino diferente que daba a las afueras del reino, al jardín exterior y seguidamente caminó hasta las puertas del reino.



─ Abrid la puerta y vigilad el reino, tomaré un pequeño respiro ─ Mencionó el hombre de gran robustez a los dos soldados que tenía cubriendo la entrada principal, dos cartas de diamantes con sus lanzas que sin titubear abrieron el portón real que conectaba con el bosque del exterior. El rey con su caminar lento y altivo desapareció en la lejanía, dejando el reino al cuidado de sus leales soldados.



Estando a un kilómetro del castillo que aún podía verse a la distancia, el rey comenzó a sacar un pequeño libro que tenía en su manga y siguiendo el texto con sus ojos se quedó sentado en una piedra que limpió previamente con un pañuelo, pues no quería ensuciar de polvo aquellas hermosas vestiduras entre rojo y blanco, con formas de diamantes en todos sus bordados posibles. El rey quedó adentrado en el libro, y parecía haber perdido el pasar del tiempo, porque no sabe ni siquiera él cuanto tiempo halla pasado. El atardecer parecía comenzar a caer, pero el hombre estaba todavía en sus pensamientos... Al menos hasta que comenzó a tener sueño, comenzando a bostezar entre tiempo y tiempo.

En un tiempo, la Neo organización había permanecido silente, en nuestra ase de operaciones todo llevaba a pensar que durante un tiempo Xemnas no nos necesitaría, y tomando eso en cuenta decidí darme un paseo por uno de los mundos, uno que pudiera darme algo de tiempo para mí, uno donde también puedo perderme un tiempo, no habían muchos mundos como ese, y finalmente a través de un portal oscuro, abierto de la nada y desde el cual salgo con mi túnica negra de la organización, me encuentro en El País de las Maravillas.

Levanto mi capucha para revelar mi rostro al sol, parece que, para variar, hoy es un día tranquilo en este mundo, no parece que la Reina de Corazones esta provocando revuelo, y eso indirectamente provocaba un descenso en la aparición de Heartless. Y teniendo en cuenta lo raro que es en este mundo que un día sea tranquilo, tal vez no tendría una mejor oportunidad para tomar un descanso aquí, donde no mucha gente se atreve a venir, por obvias razones.

Con esto en mente, casi tan pronto como llego al mundo, y el portal de sombras tan espesas se desvanece, me dirijo al primer claro en medio de la pradera que encuentro, me acuesto en el césped, y saco de mis ropas un libro, esto era lo que más paz y alegría le traía a su mente, justo lo que necesitaba.
El libro era tal vez uno de más de 1000 páginas, la tapa no era tan dura, pero definitivamente se notaba su anchura con solo verlo, y a tan solo 20 minutos de lectura, me encuentro inmersa totalmente en la historia, tanto así que no me doy cuenta de que alguien viene, y se ubica a leer libros también a una distancia determinada de mi ubicación, y el tiempo simplemente pasa dirigiéndose a la noche; es en este momento que cierro el libro, por nada especial, tan solo ya lo he terminado, y es entonces que finalmente me doy cuenta, de la figura robusta de un hombre, sentado en una piedra leyendo también, y aparentemente también sumergido totalmente en la lectura.

- Ah… también hay gente de este mundo que puede apreciar un tiempo pacifico como este… no me lo esperaba en este lugar-

Por supuesto, me interesan ahora los contenidos de ese libro, que clase de texto llamaría la atención de alguien que originalmente habita este mundo. Mientras que me acerco lento para no ser detectada, observo que no solamente es un hombre de vestimenta estrambótica, y cuerpo gigante, sino que además posee algunas novelas… cuando menos interesantes.
He conseguido acercarme hasta estar a menos de un metro y observar a duras penas el contenido del libro, pero para mi desgracia, en ese momento el hombre bosteza, y parece haber retomado un poco su lectura, es aquí donde me doy cuenta además de que el hombre estaba cabeceando del sueño.

- ¿No acostumbrado a los libros grandes… o a leer en general? Que extraño… ver a alguien de este lugar tan interesado en la lectura… parece.-

Sin siquiera pensarlo de mas, dejo salir de mi boca lo que pienso, y con ello vuelo en pedazos mi “invisibilidad” ante aquel hombre…

Una voz resonó durante la última fase de lectura de aquél hombre, cerró el libro de forma brusca y rápida, un libro que no medía más que la misma mano del rey perfecto para poderse guardar entre las mangas de su real abrigo adornado. Un tic nervioso en su ojo le hizo temblar su parpado intentando cerrarlo sin poder controlarlo, alguien irrumpió su silencio, aunque estando fuera y sin guardias realmente no podía criticarlo.

Giró su cabeza, solo para ver a una joven con una capa de un color representativo, o al menos el Rey así lo vio. Con mucha cautela escondió su libro entre su manga derecha con su mano contraria, sin perder de vista a la jovencita que había aparecido al frente de él. ¿Cómo podría reaccionar?, no era educado atacarla sin razón, y tampoco está en condiciones, pues gracias a una enfermedad, se sentía fatigado y con pocas energías para realizar magia.

─ ... Que son esos modales, jovencita... ─ Dijo el Rey, ya de pie con sus manos en la espalda ─ ... en este reino se acostumbra a saludar primero, antes de querer sostener cualquier tipo de conversación.

Con un gruñido fuerte mientras cerraba sus ojos, el Rey se tomó un momento de tiempo para luego hablar nuevamente ─ Soy el rey de este reino, el reino de Diamantes... por consiguiente, soy el Rey de Diamantes, y tu, ¿quién eres? ─ El hombre sostenía esa mirada de desprecio, aunque no era porque realmente quisiera mostrarla, solo estaba acostumbrado a ella.

Casi esperando para interrumpir sus palabras, el Rey habla nuevamente ─ Este libro no es de su incumbencia, ahora retírese antes que la mande a ejecutar ─ Dijo el rey, quizás no de una forma muy amigable, pues manoteaba con su mano izquierda donde no tenía el libro guardado.

Después de esto simplemente levantó su rostro como si mirara al cielo, entrecerrando los ojos, esperando que la jovencita se fuera pero sin darle la espalda.

Cuando me di cuenta de que había dejado salir mi voz, tal vez a causa de la sorpresa al ver que el libro que leía el hombre era uno que enseñaba algunos encantamientos bastante oscuros, o tal vez por un simple descuido, en todo caso, una vez hecho, ya era muy tarde para seguir ocultándome, de forma que me esperaba la cantaleta que el hombre que después de presenta como el Rey de Diamantes suelta sobre mí, mi expresión totalmente neutra, con un dejo de incomodidad por supuesto, tan solo permanece fija, mirando a los ojos al hombre, como si estuviera viendo a un animal detrás de rejas, por supuesto, no en forma despectiva, simplemente, como si fuera algo totalmente ajeno a mí.

- Ah… lo siento… mi nombre es Clanx-β… -

Aparentemente el rey, como cabía de esperar, es un orgulloso ser con delirios de grandeza, y que cree que tiene derecho de ejecutar a quien le plazca, un perfil muy similar si no idéntico a otro que tuve la desgracia de conocer en este mundo, y nuevamente mi voz simplemente sale sin quererlo.

- Otro… igual que la Reina de Corazones… ¿cuál es el problema… que parecen tener todos los reyes y reinas de este lugar? ...-

Realmente no tenía intenciones de ganarme un combate por los delirios de un sujeto, así que tal vez lo mejor sea hacer caso a su orden y marcharme, pero por lo menos, y en esta ocasión si que deseaba hacerlo; debía darle una advertencia a ese rey tonto que tenia deseos de meter sus narices en lo que no le concernía.

- Por cierto… ese conjuro. No recomiendo hacerlo… el precio que debes pagar es muy alto… y no hay garantía de que los resultados sean los esperados. Es lo que pasa cuando haces tratos con el demonio… -

Una vez dicho esto, realmente me dirijo a marcharme, este mundo es muy grande, y seguramente podré encontrar otra pradera donde poder recostarme un rato mas antes de irme de vuelta a la base, así nadie molesta al rey, y yo no tengo que pelear, todos ganamos…

Se disculpó, la verdad el hombre no estaba acostumbrado a ver personas que mantuvieran su semblante cuando él los amenazaba, es más, ella seguidamente comenzó a cuestionar al hombre por su forma de ser. El rey, aunque ardía por dentro y se puso rojo por unos segundos, cerró sus ojos y tomó aire, la observó con un rostro diferente, sonrió de par en par hasta donde su boca lo dejó y le habló de una manera mucho más amigable... la verdad era que el hombre tenía sus problemas, el encierro casi de toda la vida le afectó su forma de comunicación con las personas y no sabía cómo tratar a los demás.

─ Oh jajaja, querida, esa mala fama de los reyes de acá no debería aplicarme a mí... el Rey de Diamantes, del reino de Diamante, podría invitarte a mi castillo y tomar el té en el jardín real, pasar un tiempo interactuando y conocernos mejor. Siento si fui malhumorado hace un momento, es que ver que personas de menos rango falten a las reglas de cortesía me ponen de malas pulgas, pero como eres una niña perdida tendré compasión... ─ Luego de eso, el rey se giró a hablar consigo mismo, haciendo un soliloquio ─ Ah- soy tan bondadoso... pero, si... ¡si!... JAJAJA.

Girándose nuevamente a la joven en su presencia que parecía tener intensión de irse, el hombre, luego de aclarar su garganta, dijo en voz fuerte y dominante ─ Decidido está; Ya que conoces tanto de lo que acabas de leer de mi libro sin mi permiso, os invito a mi castillo, de manera muy grata, pues una compañía como vos me vendría bien en mi vida solitaria y caótica. ─ El hombre estaba ahora moviéndose de forma extraña, haciendo ademanes exagerados, casi como si bailara en pie.

─ Oh... y... claro que entiendo lo que dices, jovencita, pero no se preocupe por el pago, ya he dado más de lo que crees a una simple pero divertida causa. ─ Dijo el Rey mientras le hacía un guiño, la verdad era que nadie sabía qué hacía su majestad en sus aposentos, solo una persona de limpieza en específico tenía el derecho de entrar allí y por órdenes del mismo rey no podía decir ni una sola palabra, o sería brutalmente torturada por él.

─ ¿Te asusta volar?, ¿tal vez los seres de la naturaleza?, ¿o quizás que te toquen?, todo puede ser controlable, puede ser utilizado para hacer que tu mente se quiebre y caigas en desesperación. No sabes lo divertido que es ver una persona volverse loca frente a tus ojos, día tras día, su pobre y deteriorada mente se va entorpeciendo incluso al punto de matarse sola por mero placer... ¿Demonios?, de quien más deberías temer es de tu propio ser ─ Dijo el Rey mientras sacaba el libro de la manga en el que lo escondía, pasaba las hojas de forma que le mostrara a ella su contenido, imágenes y textos donde mencionan la tortura y las magias de control mental, un libro siniestro con ilustraciones crudas.

─ ¡Ven vamos!, te mostraré lo que un afilado cuchillo puede hacerle a la carne de la realeza, y como la sangre de un rey puede servir más que solo para manchar el suelo. ¡JAJAJA! ─ El Rey parecía estar tramando algo, probablemente no muy bueno, después de todo, nadie lo conocía bien más lo poco que se podía observar a la distancia... nadie hasta ahora había querido hablar con él como un ser humano como cualquier otro y esto hizo que ganara su aprecio.

Justo después de dar un paso en la dirección contraria, el rey nuevamente me dirige la palabra, su cambio de actitud fue tan radical que solo podría calificarlo de un salto de locura, lo cual no seria nada descabellado viendo en que mundo me encuentro, y precisamente por esa misma razón, pienso que tomar sus palabras tal y como suenan es una mala idea. Me vuelvo nuevamente para escuchar todo lo que tiene que decir mientras le miro de frente.
“¿Acaba de calificarse a si mismo como bondadoso por lo que acaba de decir?... ¿acaso no hay nadie normal en este mundo?... pero bueno, supongo que siempre puedo huir por un portal oscuro si las cosas se ponen demasiado surreales… además vine aquí para matar tiempo libre, y ya me terminé el libro que traje, realmente no hay mucho mas por hacer aquí, y también podría obtener algo de conocimiento importante…”
Mientras que pienso todo esto, mi expresión tan solo cambia ligeramente, agregando al estoicismo de mi expresión algo de agotamiento mental. Y es que alguien que habla de perturbar, destrozar y manipular la mente de alguien por medio de sus fobias como si se tratara de un divertido proyecto de ciencias inevitablemente puede llegar a provocar ese agotamiento en alguien que no este preparado, pero visto lo visto, es claro que seria mala idea demostrar eso frente al rey de diamantes, de forma que una vez ha decidido por si mismo lo que hare, simplemente asiento con la cabeza.

- Esta bien. entonces supongo que debo dar gracias por la invitación… veamos de que trata este proyecto…-

Incluso le sigo el juego con aquello de ser una niña perdida, después de todo, explicarle de la existencia de múltiples mundos y de gente como yo seria no solo algo demasiado tedioso, sino que además está técnicamente en contra de las actuales ordenes de Xemnas, sin decir más, me ubico a la diestra del rey, esperando que el guie el paso hacia donde sea que me quiere llevar…

Estando todos de acuerdo, el Rey pone sus manos en su espalda, nuevamente a tomar ese rostro serio aunque antes de dar marcha, gira su rostro sin perder su cuerpo al frente solo para sonreírle a la joven por un breve segundo, luego de eso levanta su rostro y comienza a caminar de forma pacífica y tranquila sin bajar la mirada. ─ Entonces... ¿de qué reino proviene? ¿o acaso estás en los bosques como la cantidad de locos que allí habitan? ─ Dijo el caballero sin mirarla.

Él escuchaba sus palabras, él asentía escuchando lo que decía, sin decir nada, sin tan siquiera dar una expresión, pues mientras estaban en eso se acercaban a las puertas principales del reino y los guardias ya habían divisado a su real majestad a la distancia. No dijeron nada, no hicieron gran cosa que ponerse firmes e inclinarse mientras el Rey pasaba por ellos, no cuestionaron a la joven, pues era evidente que iba acompañado de él, ellos tampoco respondían a algún gesto o palabra de la chica como si no existiera.

Los jardines del reino de Diamantes todos tenían la forma de rombo alargado característico: Los arbustos eran de 2 metros y, aunque fuera una pared de césped, se podía ver al otro lado gracias a la forma que tenían dejando aberturas entre sus uniones, los árboles también tenían forma de diamante sin ninguna rosa pegada a ellas y las fuentes de agua también poseían tan peculiar pero repetitiva figura, incluso el suelo donde caminaban era en rombos alargados entre rojos y blancos de forma simétrica. Todo parecía estar bien en los jardines sin mucho movimiento, pues ya a tan altas horas del día no era tiempo para arreglar el jardín real. ─ Como verás, todo es debidamente arreglado de acuerdo al reino. Cualquier error cometido por nuestros jardineros será sentenciado al calabozo para no regresar jamás

Finalmente luego de una caminata, llegaron a lo que es la entrada principal del castillo, por supuesto no podía faltar las rejas con puntas en forma de rombos, si hasta la corona del Rey las tenía. ┴ Bienvenida al castillo de Diamante... ¡Servidumbre! ─ Exclamó el hombre hacia el interior con voz fuerte y gruesa, esperando un momento en la entrada a que atendieran todos sus caprichos ┴ ¿Desea alguna bebida en especial joven señorita?.

Tardando tan solo cinco segundos, dos cartas llegaron directamente a tirarse al suelo atendiendo el llamado del hombre ─ Tráiganle la bebida que ella pidió en seg- ─ Sin dejarle terminar, una de las últimas cartas que estaba llegando apareció, también postrándose en frente del Rey. Este, simplemente sonrió ─ ¡Al calabozo! ─ Gritó, mientras señalaba a la última carta en aparecer, siendo luego arrastrada por los pasillos por los guardias.

─ Entonces, ¿Qué opina del reino hasta ahora jovencita?, gracias a su visita ya tenemos una muestra para el pequeño experimento que realizaremos ─ Le mencionó a la joven con un rostro muy amigable y tranquilo, más tranquilo que mientras estaban en el bosque. Parecía agradado.

Y de repente empieza un pequeño interrogatorio, si bien podría parecer solo una pregunta inocente, para mí, y por lo que he visto hasta ahora con el Rey, esa pregunta podría resultar determinante, por lo pronto, mientras que no revele aquello que no debo, cualquier historia bien pensada debería bastar.

- Yo… se podría decir que soy del reino de la Reina de Corazones… aunque vivo en la periferia… y tampoco tengo ninguna lealtad en especial con esa reina… simplemente, no me agradan tanto los que actúan como ella…-

Con esta explicación espero que no haya revelado nada importante, ni tampoco haber tocado el lado malo del Rey, por ahora, parece que todo va bien, y tan solo seguimos nuestro camino hasta el castillo. Los guardias en total silencio, como si fueran estatuas, tan solo nos dejan pasar luego de hacer un saludo solemne al Rey, por supuesto, yo me basto con que me dejen pasar sin problemas.

A continuación, lo que observo es una serie incluso perturbadora de esculturas, jardines, construcciones, baldosas y cuanto se pudiera ocurrir, todo con el mismo motivo de diamantes, aunque realmente a mi no me importaba demasiado, en cierta forma era llamativo como a pesar de la obsesión con los motivos de rombos, todo se veían incluso simétrico, mi rostro denota algo de fascinación en esta ocasión.

- Ya veo, es interesante como las cosas se ven simétricas… en donde la Reina todo es demasiado saturado…-

Finalmente, llegamos a donde el Rey quería traerme, llama a la servidumbre y me ofrece algo de beber, por supuesto seria mala idea rechazar el ofrecimiento, así que tan solo pido algo al azar que pueda obtenerse aquí.

- ¿Jugo… de zanahoria? ...-

En este momento me doy cuenta de que realmente no se que clase de frutas o que bebidas puedo encontrar aquí, y termino diciendo lo primero que me viene a la mente, aunque espero que si exista la zanahoria.
Afortunadamente, los sirvientes que fueron ordenados cumplir con mi petición, vuelven en poco tiempo con un vaso grande de cristal, con forma rómbica por supuesto, conteniendo un jugo de color naranja, el sabor es tal y como lo recuerdo, con un dejo de jugo de naranja, y ante tanta precisión mis ojos se abren notablemente, incluso quiero halagar la bebida, sin embargo, un grito del rey me trae de vuelta a la realidad. El hombre acaba de mandar al calabozo a una de las representativas cartas que actúan como guardias y sirvientes estándar, la carta aunque parece oponerse a ser confinada para siempre, en realidad diría yo que parece no rehusarse vehementemente como supongo yo lo haría alguien que recibiera tal sentencia, y como resultado el Rey además me da el merito por condenar a aquella carta al calabozo, según el como una muestra para un experimento que se realizara ahora, y con ello empiezo a suponer que no será un experimento como los que encuentras en una feria, aunque el Rey aun parece que se siente en una.

- Eso es bueno. Entonces pronto podre ver esos estudios en las fobias… realmente es interesante…-

Y no mentía, después de todo, los residentes técnicamente pueden hacer lo que les plazca mientras que sea en su mundo propio, y no signifique la destrucción del mismo, tal vez esta sea esa información importante que puedo obtener…

Ambientación:

Las bebidas estaban magnificas, el Rey se degustaba y deleitaba con lo que tenía en sus manos, sin embargo eso no era razón para haber llegado tarde ante su real presencia y el hombre robusto había cumplido con las leyes puestas por la reina misma, quien al final, tienen más autoridad que los mismos reyes que gobiernan, pero al final son los segundos al mando. ─ Excelente pues, ¿que tal está el jugo de zanahoria?, ¿es de vuestro agrado o prefiere que mande al calabozo a los cocineros por desagradar vuestra lengua, señorita? ─ Dijo el Rey mientras sonreía y avanzaba por los pasillos del gran castillo.

Cada vez que caminaban en línea recta se podían ver algunos otros corredores que conectaban a puertas, incluso algunas cartas y otros tipos de servidumbres antropomórficas y humanoides observaban desde las esquinas, ocultándose de la presencia del Rey, como siempre lo hacían, pues, pasar por su lado era casi una sentencia de muerte, o al menos todos la veían así. ─ Llegamos al hall principal, mis aposentos están en la última planta, pero si está cansada podemos hacer que la servidumbre nos lleve... Es más... ¡Servidumbre! ─ Gritó el rey en pleno salón principal, chocando sus manos, haciendo un eco que recorría todo el castillo, pues el silencio era abrumador a pesar de que habían muchos seres vivientes dentro del mismo. Rápidamente dos cartas llegaron y el Rey les solicitó su petición. ─ Traed el carro de mano para nuestra invitada, cargadla hasta el último piso de la torre ─ Dijo el Rey. Las cartas se miraron las caras con una expresión que reflejaba lo absurdo de la situación, pero no se opusieron.

El Rey por su lado prefirió caminar, mientras subía las escaleras se giró a ver a la jovencita a mitad de camino ─ Estaré esperándola arriba, en la gran habitación roja abierta para vos ─ Dijo el Rey mientras se giraba y reía levemente, aunque con el silencio del castillo, podía resonar por todo el lugar al igual que sus pasos sobre el suelo de madera y piedra. Así pues el hombre llegó al último piso donde se encontraba un gran salón y solo ese salón, al abrir la puerta se podía ver el interior: Dos jaulas, donde había una carta encerrada, la que habían acabado de subir, unas botellas con diferentes líquidos se hallaban sobre una superficie que ocupaba todo el muro del salón, y al fondo, una puerta cerrada... Los aposentos del rey del que nadie jamás debía entrar.

Lo curioso de la habitación es que había una versión del mismo libro que cargaba pero mucho más grande y grueso, sobre un pedestal para el mismo. Esperando a que su invitada sea traída por las cartas, el rey lo abrió de par en par, se quitó su capa gruesa y quedó con ropa un poco más ligera, sin perder esos detalles y bordes dorados y en tela que poseía en su ropa, en forma de rombos alargados.

─ ¿Qué te haré?. por su incompetencia... quizás... si... jajaja ─ El Rey se acercó a la carta, parecía disfrutar del miedo palpable de aquella pobre alma perdida.