Los secretos nunca contados [Libre]
Página 1 de 1. • Comparte
A pesar de la cantidad inmensa de similitudes que Albaburgo guardaba con Villa Crepúsculo, Leonilda disfrutaba ir a éste último sitio cuando tenía la oportunidad de hacerlo. No se trataba de sus maravillosas vistas o de su deliciosa comida lo que la hacía tan especial para la susodicha. En realidad, escondía un secreto tan bien guardado que se aseguraba marchar a solas sin que nadie la estuviera vigilando desde la lejanía. Sin embargo y aunque en el fondo deseaba acudir a la llamada de la tentación, hoy tenía que priorizar sus deberes como portadora: investigar la misteriosa y famosa mansión encantada que tantos nefastos rumores le han hecho ganarse a pulso dicho apodo entre los lugareños. Después de todo, resultaba muy obvio que lograría averiguar algo suculento referente a los Sincorazón ¿verdad? O por lo menos, todos los misterios apuntaban a algún fenómeno sobrenatural y digno de encontrarle una respuesta lógica.
—¡Buah! Ya casi la tienes, Dennis —. Un muchacho de aproximadamente doce años de edad animaba a su colega que intercambiaba golpes de espada con Leonilda. El chaval estaba concentrado en la ofensiva mientras que la fémina, carente de expresión, bloqueaba los golpes sin ninguna dificultad en el fondo pese a que por fuera fingía cansancio y debilidad en sus piernas. Que se sepa bien claro que mentir no era su punto fuerte.
El afán por reunir información, incitó a la gata a que se ofreciera voluntaria para dar clases de Struggle a todo aquel que estuviera interesado en practicar por mera diversión. A fin de cuentas, confiaba mil veces más en la declaración de un crío que en la de un adulto a lo que uno se refiere a casos paranormales ¿y qué mejor forma de juntarlos sin levantar sospecha mientras les sacaba conversación como si tal cosa?
—De eso nada —le interrumpió el habla una niña pequeña que también parecía formar parte del mismo grupo de amigos. Apretaba los puños con fuerza a la altura de su propia cara mientras mantenía el ceño fruncido—Leo se puede ocupar de todos ustedes con una mano atada a la espada. Mira, mira —. En cuanto acabó la frase, ya estaba volviendo los ojos al duelo cuando el infante se precipitó con una estocada que su contrincante repelió y aprovechó la confusión para golpear con el filo de plástico azul la cabeza del chaval.
—¡AUCH! —. Dennis se dejó caer de culo al suelo mientras se llevaba una mano a la mollera la mar de dolorido.
—Ciento ochenta y dos veces —este era uno de los numerosos intentos del incauto por vencerla como también su conteo de derrotas contra ella— de nada te sirve atacar si en el momento de hacerlo, te olvidas de recuperar el equilibrio tras dejar ir todo tu peso en ello. Al menos que lo veas muy claro, nunca intentes hacerlo de nuevo. Te conviertes en un blanco muy fácil de casi cualquier movimiento porque no tendrás tiempo para volver a posicionarte ni a recobrar tu orientación. Un fallo puede suponer el primero y el último dependiendo de la situación así que controla tus nervios o seguirás perdiendo al menos que atiendas por una vez en tu vida a mis explicaciones. ¿He sido clara? —como cabía esperarse de una pregunta retórica, nadie se atrevió a responderla con la gran carga de saliva que tenía cada uno de los presentes en sus gargantas— Ya es suficiente por hoy. Mañana repetiremos la sesión de ayer porque me parece que alguien se quedó viendo las musarañas. Os estaré esperando a la hora de siempre aquí mismo—. En el Solar Deportivo.
Al poco tiempo después, Leonilda recogió el equipamiento y se quedó hablando con sus tres pupilos mientras esperaba a sus padres a que los recogieran ya mismo. La ocasión fue perfecta para sacarles el tema y averiguar que los rumores eran tan ciertos como que uno de ellos escuchó risas extrañas de siluetas igual de desconocidas merodeando por la mansión. Su siguiente paso consistió en despedirse de los adultos, guardar la bolsa deportiva entre los matorrales y dirigirse a la gran grieta mientras se aseguraba de que no la estuvieran siguiendo.
—¡Buah! Ya casi la tienes, Dennis —. Un muchacho de aproximadamente doce años de edad animaba a su colega que intercambiaba golpes de espada con Leonilda. El chaval estaba concentrado en la ofensiva mientras que la fémina, carente de expresión, bloqueaba los golpes sin ninguna dificultad en el fondo pese a que por fuera fingía cansancio y debilidad en sus piernas. Que se sepa bien claro que mentir no era su punto fuerte.
El afán por reunir información, incitó a la gata a que se ofreciera voluntaria para dar clases de Struggle a todo aquel que estuviera interesado en practicar por mera diversión. A fin de cuentas, confiaba mil veces más en la declaración de un crío que en la de un adulto a lo que uno se refiere a casos paranormales ¿y qué mejor forma de juntarlos sin levantar sospecha mientras les sacaba conversación como si tal cosa?
—De eso nada —le interrumpió el habla una niña pequeña que también parecía formar parte del mismo grupo de amigos. Apretaba los puños con fuerza a la altura de su propia cara mientras mantenía el ceño fruncido—Leo se puede ocupar de todos ustedes con una mano atada a la espada. Mira, mira —. En cuanto acabó la frase, ya estaba volviendo los ojos al duelo cuando el infante se precipitó con una estocada que su contrincante repelió y aprovechó la confusión para golpear con el filo de plástico azul la cabeza del chaval.
—¡AUCH! —. Dennis se dejó caer de culo al suelo mientras se llevaba una mano a la mollera la mar de dolorido.
—Ciento ochenta y dos veces —este era uno de los numerosos intentos del incauto por vencerla como también su conteo de derrotas contra ella— de nada te sirve atacar si en el momento de hacerlo, te olvidas de recuperar el equilibrio tras dejar ir todo tu peso en ello. Al menos que lo veas muy claro, nunca intentes hacerlo de nuevo. Te conviertes en un blanco muy fácil de casi cualquier movimiento porque no tendrás tiempo para volver a posicionarte ni a recobrar tu orientación. Un fallo puede suponer el primero y el último dependiendo de la situación así que controla tus nervios o seguirás perdiendo al menos que atiendas por una vez en tu vida a mis explicaciones. ¿He sido clara? —como cabía esperarse de una pregunta retórica, nadie se atrevió a responderla con la gran carga de saliva que tenía cada uno de los presentes en sus gargantas— Ya es suficiente por hoy. Mañana repetiremos la sesión de ayer porque me parece que alguien se quedó viendo las musarañas. Os estaré esperando a la hora de siempre aquí mismo—. En el Solar Deportivo.
Al poco tiempo después, Leonilda recogió el equipamiento y se quedó hablando con sus tres pupilos mientras esperaba a sus padres a que los recogieran ya mismo. La ocasión fue perfecta para sacarles el tema y averiguar que los rumores eran tan ciertos como que uno de ellos escuchó risas extrañas de siluetas igual de desconocidas merodeando por la mansión. Su siguiente paso consistió en despedirse de los adultos, guardar la bolsa deportiva entre los matorrales y dirigirse a la gran grieta mientras se aseguraba de que no la estuvieran siguiendo.
Lux : 69995
Mensajes : 11
Mi padre me hablo de las legendarias bestias que colmaban los parajes más lejanos de nuestros dominios, siempre ansiosas, atentas y sedientas de sangre. De carne asgardiana, fresca, diferente a esa carroña congelada que a menudo debían de devorar para garantizar su subsistencia. Pero, era la primera vez que escuchaba sobre este... "Gato"... Era un nombre singular, pero como lo describía la niña, parecía un oponente feroz, digno rival de un Garm en toda condición. - Entonces, niñita enana, dices que estos "Gatos". Tienen fauces con colmillos, garras largas y son veloces, además de silenciosos. ¿No? - Pregunte con curiosidad, estaba sorprendido que no solo una señorita, sino una que ni si quiera se ganaba el derecho a buscar un consorte, tuviera como mascota un animal que veía con perfección en la oscuridad, además de poder acercarse a las personas sin ser escuchado. Claramente, era una presa digna de ser cazada por el poderoso y magnánimo, Völundr. Su cabeza adornaría una de mis muchas tabernas favoritas, como prueba de que, una vez más, la sangre pura de Asgard era la estirpe digna de gobernar a través de todos estos planos. - El señor pelusa muerde, pero no por eso es malo. ¿Realmente me ayudará a encontrarlo? - No dejaba de sorprenderme por la inocencia presentada por los infantes de estos dominios, quiero decir preguntarme a mi. A Völundr, si era capaz de rastrear a una bestia, era como preguntarle a un pez si sabía nadar, usaba mi zurda para apartar los mechones de cabello rubio de mi rostro, para luego levantar mi martillo de guerra del suelo. Con esa pequeña sobre mi hombro derecho, seguía el trayecto para contestarle. - Mi abuelo rastreaba bereskarn durante las tormentas de nieve más arduas de Asgard, usando solo su olfato. Encontrar este "gato", será una tarea tan sencilla como pronunciar mi nombre. - Hecho eso, recuperaba mi paso usual, siguiendo a lo largo de una de las calles.
Finalmente llegábamos a una zona, siendo que las huellas de ese depredador llegaban a su fin. Colocaba a la damisela a un lado, para arrodillarme, analizando la textura de la tierra, la profundidad de las huellas, el patrón de movimiento y a donde pudo marcharse aquel inteligente ser. - Esta cerca... Puedo sentirlo... - Afirme en un tono de voz calmado, mientras recorría las inmediaciones con la vista, sentí que la niña me toco el rostro, para hacer que observará en lo alto de la copa, lo que parecía ser un... ¿Lynx? - ¿¡Pero que clase de tonto le dice "Gato" a un Lynx!? - Grite con fuerza, colocándome de pie, para confirmar, que efectivamente, se trataba de lo que nosotros, los asgardianos, llamábamos "Lynx", gatos que cazaban a las plagas para mantener los campos limpios de alimañas. - ¿Entonces no va a ser de ayuda? - La jovencita preguntaba en un tono de voz que guardaba profunda tristeza, además de que me observaba con esos ojos oscuros, como si yo fuera el culpable de su ignorancia. Di un refunfuñaba brevemente, para así tomar mi martillo con ambas manos. - No. Nunca dije eso. Salvaré a este gato de su prisión arbórea, o lo mataré en el intento. - Hacía esa promesa, como Völundr, el último de los asgardianos, y que mis ancestros guarden mis palabras.
Aun así, mi voto parecía causar algo de terror en la niña, que empezaba a llorar, obviamente, por la falta de su "Pelusa". Esto era una situación crítica, si deseaba mantener mi palabra, lo justo, además de necesario, era actuar con prontitud. Normalmente, las personas dirían que solo un loco intenta derribar un árbol con un martillo, pero yo no era un loco cualquiera. ¡Era Völundr! La locura, caía en la locura ante la idea de pronunciar mi nombre. Usando la fuerza de mis brazos, comenzaba a darle fuertes golpes al árbol, el cual comenzaba a temblar con cada impacto, agrietando su madera y poco a poco, comenzando a ceder. El Lynx parecía cómodo, o simplemente, como los Lynx de Asgard. Actuaba como un bastardo que no le importaba lo que sucediera a su alrededor mientras no le golpeará en la cara. "Mala suerte para ti, gato. Porque estás por ser golpeado en la cara por la realidad..." Tardaría un poco en lograr mi objetivo, pero eso no me iba a disuadir. Entre el llanto de la muchacha, mis golpes contundentes y mis gritos de batalla, era un alboroto que marcaba la celebración de un evento importante.
Finalmente llegábamos a una zona, siendo que las huellas de ese depredador llegaban a su fin. Colocaba a la damisela a un lado, para arrodillarme, analizando la textura de la tierra, la profundidad de las huellas, el patrón de movimiento y a donde pudo marcharse aquel inteligente ser. - Esta cerca... Puedo sentirlo... - Afirme en un tono de voz calmado, mientras recorría las inmediaciones con la vista, sentí que la niña me toco el rostro, para hacer que observará en lo alto de la copa, lo que parecía ser un... ¿Lynx? - ¿¡Pero que clase de tonto le dice "Gato" a un Lynx!? - Grite con fuerza, colocándome de pie, para confirmar, que efectivamente, se trataba de lo que nosotros, los asgardianos, llamábamos "Lynx", gatos que cazaban a las plagas para mantener los campos limpios de alimañas. - ¿Entonces no va a ser de ayuda? - La jovencita preguntaba en un tono de voz que guardaba profunda tristeza, además de que me observaba con esos ojos oscuros, como si yo fuera el culpable de su ignorancia. Di un refunfuñaba brevemente, para así tomar mi martillo con ambas manos. - No. Nunca dije eso. Salvaré a este gato de su prisión arbórea, o lo mataré en el intento. - Hacía esa promesa, como Völundr, el último de los asgardianos, y que mis ancestros guarden mis palabras.
Aun así, mi voto parecía causar algo de terror en la niña, que empezaba a llorar, obviamente, por la falta de su "Pelusa". Esto era una situación crítica, si deseaba mantener mi palabra, lo justo, además de necesario, era actuar con prontitud. Normalmente, las personas dirían que solo un loco intenta derribar un árbol con un martillo, pero yo no era un loco cualquiera. ¡Era Völundr! La locura, caía en la locura ante la idea de pronunciar mi nombre. Usando la fuerza de mis brazos, comenzaba a darle fuertes golpes al árbol, el cual comenzaba a temblar con cada impacto, agrietando su madera y poco a poco, comenzando a ceder. El Lynx parecía cómodo, o simplemente, como los Lynx de Asgard. Actuaba como un bastardo que no le importaba lo que sucediera a su alrededor mientras no le golpeará en la cara. "Mala suerte para ti, gato. Porque estás por ser golpeado en la cara por la realidad..." Tardaría un poco en lograr mi objetivo, pero eso no me iba a disuadir. Entre el llanto de la muchacha, mis golpes contundentes y mis gritos de batalla, era un alboroto que marcaba la celebración de un evento importante.
Lux : 68702
Mensajes : 9
Conforme la portadora se acercaba a la enorme grieta que permitía el acceso a la zona antecedente a su destino, sentía el suelo moverse bajo sus pies. LITERALMENTE. Desconocía qué o quién estaba produciendo semejante desastre pero podía escuchar tan claramente y fuerte los "Pum" de cada temblor que empezaba a tener sus dudas. Incluso algunas sacudidas eran tan devastadoras e impredecibles que tenía el presentimiento de que sus plantas se despegaban del asfalto; como si durante en menos de un segundo los seísmos impulsaran su cuerpo hacia el aire. ¿Acaso podía tratarse de un Sincorazón del tipo Grandullón? porque ni por asomo se imaginaba a la madre naturaleza actuar con semejante violencia de manera tan anticlimática sin ver a nadie utilizando alguna clase de precaución por la calle. ¡O qué menos que los niños le hubiesen dicho algo al respecto! En cualquiera de los casos, Leonilda ya tenía una mano despegada a la pared y ambas piernas al otro lado de la brecha cuando divisó el causante no solo de uno, si no de dos problemas que podía acabar desolando la tranquilidad de Villa Crepúsculo si seguía a sus anchas.
Sin tiempo que perder, Leonilda apresuró el único plan que alcanzó hilar casi al instante con el ensordecedor ajetreo de fondo taladrando sus oídos. Lloros, súplicas y golpes. Eran lo que más ocupaba su cabeza y lo que activó la adrenalina que impulsó sus piernas sin pensar, de las pocas veces, en las consecuencias negativas de su siguiente imprudencia. ¡Es ahora o nunca! Se dijo así misma en sus pensamientos mientras se precipitaba a toda velocidad a donde se encontraba el opresor de árboles. La forma tan decidida que contemplaba la copa, hablaba por sí sola y sin ni si quiera pestañear, dio un salto a pocos centímetros del susodicho y lo sobrevoló con éxito para después, aterrizar con ambos pies sobre su cabeza y utilizar la misma inercia para propulsarse hasta la rama que se sostenía el aterrado gato doméstico. Lo siguiente que hizo fue engancharse con las manos y terminar de dar la vuelta entera a la ramificación para situarse enfrente del animal cara a cara; finalizando por tirar del mismo y presionarlo contra su pecho.
—Lo tengo —. Anunció la rubia con la respiración escapando de su boca a máxima tensión. Se esforzó tanto en realizar aquellas maniobras que cuando pensaba que tenía la situación bajo control, la mascota no le apetecía colaborar con el plan de rescate y sus bruscos movimientos terminaron por jugarle una mala pasada; concretamente priorizó tanto en que la víctima saliera ilesa del forcejeo que lo resguardó contra su cuerpo y le hizo perder el equilibrio aun habiendo o no cesado los martillazos.
No había suficiente altura como para permitirse un aterrizaje. Ni si quiera girar para amenguar los daños mientras todavía estuviera cayendo. Por desgracia, a Leonilda solo le quedaba cerrar los ojos, apretar el agarre y rezar con que el impacto que iba a recibir de espaldas no la fuese a matar. Su conmoción era tal que se desmayó incluso antes de aferrarse a su cruel fortuna. Al menos sabía que si moría, fue por una buena causa.
Sin tiempo que perder, Leonilda apresuró el único plan que alcanzó hilar casi al instante con el ensordecedor ajetreo de fondo taladrando sus oídos. Lloros, súplicas y golpes. Eran lo que más ocupaba su cabeza y lo que activó la adrenalina que impulsó sus piernas sin pensar, de las pocas veces, en las consecuencias negativas de su siguiente imprudencia. ¡Es ahora o nunca! Se dijo así misma en sus pensamientos mientras se precipitaba a toda velocidad a donde se encontraba el opresor de árboles. La forma tan decidida que contemplaba la copa, hablaba por sí sola y sin ni si quiera pestañear, dio un salto a pocos centímetros del susodicho y lo sobrevoló con éxito para después, aterrizar con ambos pies sobre su cabeza y utilizar la misma inercia para propulsarse hasta la rama que se sostenía el aterrado gato doméstico. Lo siguiente que hizo fue engancharse con las manos y terminar de dar la vuelta entera a la ramificación para situarse enfrente del animal cara a cara; finalizando por tirar del mismo y presionarlo contra su pecho.
—Lo tengo —. Anunció la rubia con la respiración escapando de su boca a máxima tensión. Se esforzó tanto en realizar aquellas maniobras que cuando pensaba que tenía la situación bajo control, la mascota no le apetecía colaborar con el plan de rescate y sus bruscos movimientos terminaron por jugarle una mala pasada; concretamente priorizó tanto en que la víctima saliera ilesa del forcejeo que lo resguardó contra su cuerpo y le hizo perder el equilibrio aun habiendo o no cesado los martillazos.
No había suficiente altura como para permitirse un aterrizaje. Ni si quiera girar para amenguar los daños mientras todavía estuviera cayendo. Por desgracia, a Leonilda solo le quedaba cerrar los ojos, apretar el agarre y rezar con que el impacto que iba a recibir de espaldas no la fuese a matar. Su conmoción era tal que se desmayó incluso antes de aferrarse a su cruel fortuna. Al menos sabía que si moría, fue por una buena causa.
Lux : 69995
Mensajes : 11
Podía afirmar, sin temor a equivocarme, que si mi tío Ulfrik "Abraza Árboles" me viera ahora mismo, estaría tan horrorizado como para caer en el suelo, desmayado, pero, hice un juramento asgardiano y ningún tipo de árbol, arbusto, matorral, flor o verdura, evitaría la recuperación segura de aquella mascota. Puede que quizás una fruta me detuviera, pero porque ahora mismo se me antojaban unas fresas, pero eso solo me detendría temporalmente dado la velocidad con la que ingiero mis alimentos solo es superada con la velocidad que obtengo la victoria. Mientras estaba entretenido, golpeando la madera de aquel pedazo árbol, sentí como algo se posaba en mi cabeza, para luego de ello dar un salto. Dio varios giros, atrapando al Lynx entre sus manos, por otro lado, parece que tendría problemas para aterrizar. - ¡Ninguna persona saldrá herida ante la presencia del más titánico, valiente, heroico y poderoso de los Asgardianos! ¡Que soy yo! ¡VÖLU...! Oh, ya es tarde... - Comentaba decepcionado al notar que la muchacha cayó de cabeza contra el piso, mientras realizaba mi presentación. Había considerado reducir la cantidad de adjetivos que utilizaba durante la misma, pero... ¿Como las personas sabrían la majestuosidad de mi presencia si intencionalmente reducía mis múltiples cualidades? ¡Algunos estúpidos incluso consideraban que omitiera la presentación! ¡Como mis enemigos hablarían de quien los mató si no sabían mi nombre! - ¡Gracias señorita! ¡Salvo a Pelusa! - La niña se acercaba para recuperar a su pequeño Lynx, sosteniéndolo en sus brazos. Yo por otro lado me acercaba para darle un par de toquecitos con mi bota a la chica. No creo que estuviera muerta, pero si lo estaba, mejor sacar a la infante de aquí. Y a mi de igual manera, por algún motivo, siempre que había un cadáver, las personas asumían que era culpa de Völundr. Cuando todo el mundo sabe, que si hay un cadáver producto de Völundr, el muerto se lo busco.
Apartaba mi cabellera rubia, para hablar con la pequeña. - Otra tarea cumplida con la diligencia, pulcritud y... ¿Escuchas algo? - Pregunte en un tono de voz calmado, observando como el árbol al cual martillaba anteriormente se caía hacía atrás, en el proceso destrozando lo que parecía ser un muro exterior de algún tipo de parque o residencia. Aclaraba mi garganta, para volver a hablar con la pequeña. - Como venía diciendo.. Pulcritud, orden y perfección propia de un asgardiano. - Apoyaba el martillo en el suelo, dejando escapar una fuerte carcajada, mientras la niña me observaba con ojos brillantes. - ¡Cuando crezca quiero ser como usted señor! - Los halagos estaban de más, me inclinaba para acariciar su cabellera oscura, dando un pequeño consejo. - ¡Völundr es único! Y las señoritas no deben luchar o terminarán heridas... Como... Como... - Buscaba de izquierda a derecha, intentando encontrar un buen ejemplo. ¡AJÁ! ¿¡Que mejor ejemplo que la mujer desmayada!? Movía mi mano para tomarla por su pie derecho, levantándola con la facilidad, con la que una mamá elevaba a su bebé que se le caía al piso. - ¡Como ella! Su error fue creer que el Lynx quería ser rescatado o que Völundr atrapa damiselas en el primer rebote, siempre me toma al menos tres. No es mi culpa, esta armadura hace todo más complicado. ¡Ahora ve a casa, jovencita! ¡Y cuando los hijos de tus hijos, hablen del épico rescate de Pelusa, no olvides mencionar mi hermoso perfil! - Inclinaba mi rostro levemente, para que comprendiera que era el perfil izquierdo, no el derecho al que me refería.
Otra damisela que ha conocido las virtudes de un asgardiano. Ahora... ¿Que hacía con la otra chica? Bueno, ahora que le tome por el pie, si la dejaba otra vez en el piso, podrían arrestarme por dejar mis cosas tiradas por ahí. Por otro lado, si me la llevaba conmigo, sería secuestro y ya he tenido muchas confusiones por esos cargos. Esto planteaba un problema. Como un caballero que soy, no podía dejarla abandonada. Pero como caballero que soy, no podía llevarla conmigo sin su consentimiento. Esta clase de problemas me daban dolor de cabeza, las cosas eran más simples cuando podía aplastarlas con mi martillo. - ¡GRACIAS ANCESTROS POR TAN FABULOSA IDEA!. - Levantaba mi martillo para colocar a la chica en el piso, siendo que tras eso, pasaba a colocar sobre sus piernas mi martillo. Escribía en un pequeño papel, una nota, para luego de eso, caminar a la taberna más cercana. Al dejarle mi martillo y no llevarmela, si me acusaba por agresión, diría que me robó mi arma, así que, no podrían arrestarme. - Völundr el fuerte y el listo, los dioses si que no se contuvieron en mis dones... - Comenté en un tono de voz calmado, mientras avanzaba por las calles, contento de haber solucionado no una, si no dos situaciones problemáticas. Mi propia eficiencia me sorprendía, realmente.
Apartaba mi cabellera rubia, para hablar con la pequeña. - Otra tarea cumplida con la diligencia, pulcritud y... ¿Escuchas algo? - Pregunte en un tono de voz calmado, observando como el árbol al cual martillaba anteriormente se caía hacía atrás, en el proceso destrozando lo que parecía ser un muro exterior de algún tipo de parque o residencia. Aclaraba mi garganta, para volver a hablar con la pequeña. - Como venía diciendo.. Pulcritud, orden y perfección propia de un asgardiano. - Apoyaba el martillo en el suelo, dejando escapar una fuerte carcajada, mientras la niña me observaba con ojos brillantes. - ¡Cuando crezca quiero ser como usted señor! - Los halagos estaban de más, me inclinaba para acariciar su cabellera oscura, dando un pequeño consejo. - ¡Völundr es único! Y las señoritas no deben luchar o terminarán heridas... Como... Como... - Buscaba de izquierda a derecha, intentando encontrar un buen ejemplo. ¡AJÁ! ¿¡Que mejor ejemplo que la mujer desmayada!? Movía mi mano para tomarla por su pie derecho, levantándola con la facilidad, con la que una mamá elevaba a su bebé que se le caía al piso. - ¡Como ella! Su error fue creer que el Lynx quería ser rescatado o que Völundr atrapa damiselas en el primer rebote, siempre me toma al menos tres. No es mi culpa, esta armadura hace todo más complicado. ¡Ahora ve a casa, jovencita! ¡Y cuando los hijos de tus hijos, hablen del épico rescate de Pelusa, no olvides mencionar mi hermoso perfil! - Inclinaba mi rostro levemente, para que comprendiera que era el perfil izquierdo, no el derecho al que me refería.
Otra damisela que ha conocido las virtudes de un asgardiano. Ahora... ¿Que hacía con la otra chica? Bueno, ahora que le tome por el pie, si la dejaba otra vez en el piso, podrían arrestarme por dejar mis cosas tiradas por ahí. Por otro lado, si me la llevaba conmigo, sería secuestro y ya he tenido muchas confusiones por esos cargos. Esto planteaba un problema. Como un caballero que soy, no podía dejarla abandonada. Pero como caballero que soy, no podía llevarla conmigo sin su consentimiento. Esta clase de problemas me daban dolor de cabeza, las cosas eran más simples cuando podía aplastarlas con mi martillo. - ¡GRACIAS ANCESTROS POR TAN FABULOSA IDEA!. - Levantaba mi martillo para colocar a la chica en el piso, siendo que tras eso, pasaba a colocar sobre sus piernas mi martillo. Escribía en un pequeño papel, una nota, para luego de eso, caminar a la taberna más cercana. Al dejarle mi martillo y no llevarmela, si me acusaba por agresión, diría que me robó mi arma, así que, no podrían arrestarme. - Völundr el fuerte y el listo, los dioses si que no se contuvieron en mis dones... - Comenté en un tono de voz calmado, mientras avanzaba por las calles, contento de haber solucionado no una, si no dos situaciones problemáticas. Mi propia eficiencia me sorprendía, realmente.
- Nota de Völundr:
- "Me fui a beber, vuelvo en 5. Horas. O días, ya veremos. Entrégame el martillo al despertar."Att: Völundr
Lux : 68702
Mensajes : 9
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.